Cuando se habla de esta película, siempre se añade, ya casi como coletilla obligada, el tópico de que
The Wrestler supone la resurrección de
Mickey Rourke. Yo personalmente lo pongo en duda. Mickey Rourke llevaba en el limbo muchos años, pero ya quisieran otros actores menos afortunados (o con menos oficio) vivir en el limbo profesional en el que ha estado Rourke. Ha trabajado (en la sombra) con
Terrence Malick,
Robert Rodriguez se acuerda de el cada vez que puede, y salvo en 2007, ha encontrado trabajos destacables durante todos los años de la presente década. Hay muchos otros que tras pasar por los mismos problemas que Rourke con las drogas y el Alcohol se han queado relegados a la televisión o a producciónes de muy baja estofa. Por citar algunos, se me ocurren
Michael Paré o
Michael Biehn... y no cito a
Michael Madsen por que le veo más cercano a Mickey Rourke, y le va bien con
Tarantino. (si alguien empieza a notar un patrón en todo esto que estoy escribiendo, que no dude que es por que ya tocaba el copazo de las doce!) Por eso, más que una resurrección profesional, creo que se trata de una resurrección en su vida personal, que no nos debería afectar a la hora de juzgar su trabajo. A posteriori, y con la recolección de premios que lleva, es más que probable que su carrera se vea relanzada, pero eso no lo veremos hasta dentro de algún tiempo.
Sin que se me entienda mal, la resurrección más esperada en
The Wrestler era la de su director,
Darren Aronofsky. Se que solo tiene cuatro películas en su haber, pero muchos, tras las cotas alcanzadas con un estreno como
Pi, y un segundo titulo como
Requiem for a Dream, no esperábamos el jarro de agua fría que supuso
The Fountain. Fue un titulo que se hizo esperar más de lo normal y cuando por fin accedimos a el, envuelto en un halo de película de culto antes de su estreno, la realidad se antepuso ante nosotros, haciéndonos ver lo que no era más que el tercer titulo de un director joven y sin el freno que suponen los, por otro lado, lógicos fracasos. Es por ello que hablo de resurrección, ya que Arnofsky abandona todo el artificio visual del que se había envuelto, y nos presenta una historia sencilla pero muy dificil de contar, con el pulso narrativo de sus primeros títulos, y sin renunciar a la proximidad de los personajes.
The Wrestler es la historia de un
perdedor, y para un actor que ya ha adaptado a
Bukowski, no se trata más que de volver a aguas conocidas. Rourke se aprovecha de su experiencia pujilística y de su pasado en el arroyo, para mostrarnos un personaje acabado pero en lucha continua. Su lucha fuera del ring es la más humana y la que más tiempo en pantalla acapara, aunque las escenas deportivas se utilizan de manera que acentúan y complementan todo lo que hemos vivido junto a
Randy. Por eso no puedes evitar que se te ponga la piel de gallina al verle subir al cuadrilátero con
Sweet Child O'Mine de fondo, por que sabes todo lo que hay detrás y lo que esta apunto de ser ganado y perdido. Se trata de una historia, que partiendo de un personaje desposeído de todo (en lo material y en lo espiritual) es capaz de ofrecer también todo... Pasas por todas las emociones posibles durante el metraje, y terminas totalmente estremecido. Sin artificios, sin
cgi, sin trucos,
The Wrestler es humana y real, y eso se lo debemos a Rourke, pero mayormente el resultado es obra de Aronofsky (vale, y de su apretado presupuesto).
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