10 septiembre 2009

Especial Happiness

En las críticas que forman parte de mi colaboración con Other Films figura una entrega dedicada a el segundo film principal de Todd Solondz, Happiness. En honor a la verdad, hay que decir que su contenido era bastante precario, pero sentía que esta película se merecía un análisis en profundidad y una dedicación mayor, más allá de la simple crítica descriptiva. Para mí Happiness es la confirmación absoluta de que el cine independiente americano tiene el mismo potencial que cualquier superproducción millonaria, que los prejuicios son sólo un obstáculo con los que se pierden magníficas oportunidades, que uno siempre puede abrirse a nuevas posibilidades (¡siempre!).



Happiness no sólo me ha gustado, sino que me ha sorprendido. Y en el presente análisis (repleto de “spoilers”, ¡cuidado!) expondré las razones por las que ya deberíais haber visto la película.


El comienzo de la búsqueda de la felicidad

Joy acaba de cortar, una vez más, con otra pareja. Es un momento típico en la vida, pero difícil para cualquier persona. Y más se puede complicar la situación si los personajes se deshacen de sus modales y no tienen reparo de decirse en la misma cara lo que de verdad piensan, como ocurre con esta escena. Lo jugoso de esta escena es el bis a bis entre la ingenuidad de Joy y el arrebato de sinceridad de el despechado Andy, un diálogo que tumba los muros de la hipocresía, el “quedar bien y guardar las formas”. Lo dramático da un paso hacia la realidad gracias al buen hacer de Solondz con las frases. En mi opinión es lo sorprendente del desarrollo durante el resto de la película, no hay nada exagerado, todo está un retratado de forma cómica pero a la vez muy real. Te lo crees.

Volvamos con Joy, la inocente solterona en busca de su felicidad. Al final de la cena de “ruptura formal” uno ya puede hacerse una idea de cómo es Joy: una mujer que no levanta la voz demasiado, no vaya a ser que tenga que enfrentarse a sus numerosos complejos de inferioridad. ¡Qué injusto es el mundo con ella, que lo hace todo con buenas intenciones!

Allen, la dura soledad

El siguiente personaje principal en aparecer, otro con un pésimo sentido de las relaciones sociales, muy Solondziano, es Allen (interpretado por el polifacético Philip Seymour Hoffman): hombre de mediana edad, con trabajo, soltero, muy soltero. Ello es debido no ya a su aspecto físico (recordad que esta película es realista, no es un feo exagerado prototípico), pues no es “antiestético” por naturaleza, sino por la imagen física y psicológica derivada de su falta de experiencia social. Esta vez la única injustica es la que él mismo comete consigo mismo. Esa espiral de autocrítica en la que está inmerso provoca una imagen deplorable, no le querríamos como amigo. Verle no provca rechazo, pero una vez que ves cómo es, comienza el rechazo. Da un poco de miedo y pena al miso tiempo.


El “sueño” de Bill Maplewood

Todos los personajes de esta película poseen algún tipo de conexión entre ellos, en general, bastante indirectas o circunstanciales. Las más fuertes son los lazos fraternales entre Joy y sus hermanas, mientras que las de los demás se reducen a encuentros circunstanciales o de pura formalidad. En el caso de Bill, es el cuñado de Joy (por lo tanto marido de una de sus hermanas, Trish), y durante un breve encuentro sabemos que se encarga de la psicoterapia de Allen (aunque no parece que le sirva de mucho al pobre).


Bill tiene un sueño recurrente: él, en medio de un parque repleto de idílicas parejas felices, todas ellas de mediana edad, heterosexuales ( y homosexuales, atención al detalle), disfrutando de su felicidad. Bill tiene un arma. Bill comienza a disparar, de forma selectiva, a uno de los miembros de cada pareja. Entre los lamentos por sus parejas perdidas, Bill ríe alegremente al margen de la masacre que acaba de provocar. ¿Qué significado hay detrás de este sueño? Cada uno puede interpretarlo de una manera distinta. Para mí, es así de simple: Bill está frustrado, siente envidia de la felicidad de los demás parejas, que pueden disfrutar de su amor libremente, mientras que él... Hasta los homosexuales ya han sido aceptados por la conservadora sociedad yanki, mientras lo suyo... ¿Qué es lo que tiene Bill? ¿Cuál es su problema, acaso no es feliz en su núcleo familar? Bill en verdad tiene un problema, una fijación enfermiza por los “niños”. Exacto, es un pedófilo. Pero no uno de esos monstruos de callejones oscuros de las películas de sobremesa de fín de semana (esas sobre violaciones, delitos, injusticias de urbanidad estadounidense, lo mejor para hacer la digestión un sábado). Es una persona enferma, pero persona al fín y al cabo, con un trabajo, una famiia, una vida.

Es la subtrama más delicada de Happiness en mi opinión. Es un tema difícil y controvertido, y más aún si se intenta que el especador sienta algo de empatía por un pederasta, mostrar a la persona detrás de la parafilia. Vamos, por muy emotiva y magnífica que sea la interpretación, una historia asó no se levaría un Oscar por “guardar las formas”. Pero es que es la historia de Bill la que proporciona los momentos más atrevidos e impactantes, a la par que emotivos, de Happiness.

La familia Jordan

La mujer de Bill, Trish, el monigote que es Joy y Chloe, son las tres hijas de los Jordan, matrimonio que ha llegado a la tercera edad. Con todo lo que ello conlleva.

Su vida conyugal ha llevado a un punto y aparte. ¿O puede que a un punto y final? La paranoia post-menopausia de Mona, ella, y el desencanto de Lenny, él, no son precisamente los pilares de una jubilación idílica de una pareja.

Y un suicidio. Y un asesinato. Y una violación.

¿Cómo se desarrolla de manera conjunta todo esto? Pues gracias a un genial guión firmado por el mismísimo Tod Solondz el espectador se balancea enre la comedia negra, el costumbrismo crudo y el drama profundo. Uno de los puntos fuertes de Happiness es lo equilibrado de todo el asunto. No hay ningún momento en toda la cinta en el que nos envuelva el aburrimiento. Siempre hay un dato a tener en cuenta, una frase cargada de cinismo, o un suceso que no nos gustaría mirar. Como el siguiente.

Tras la presentación de los personajes, con sus virtudes y sus puntos débiles (los cuales Solondz se preocupa mucho de taladrar con su peculiar sentido del humor), nos topamos con el primer suceso que le da un vuelco a nuestra perspectiva de uno de los personajes, Bill el padre de familia “perfecto”. Le vemos hacer “eso”, cómo lleva a cabo sus planes. Creemos que a partir de ahí le perdemos toda la simpatía, pero Solondz es un tramposo, y trasmostrarnos el lado mas enfermizo de una persona normal, nos obliga a ser testigos de cómo el personaje sigue sieno una persona, un humano, después de todo. No nos deja ni digerir el mal trago, Bill vuelve a ser un padre cariñoso y moderado apenas cinco minutos después de el atroz metraje. Y más tarde de nuevo vuelve a hacerlo...


Allen sigue con su particular frustración sexual y social. Hoffman es pura interpretación. Pero el personaje... bueno, aquí llega la primera crítica negativa, el personaje no es demasiado original, por decirlo de algún modo. Su desarrollo no sorprende tanto como el del resto del casting, pero, on the other hand, es de los más divertidos del film. El encuentro con Kristina, la autora del “crimen pasional” más chorra del año, es pura ironía cómica. Pero claro, si es divertido, es gracias a Kristina, más que al personaje de Hoffman. Y la escena más cachonda, la que corresponde a la cita en el sofá de Chloe (la hermana perfecta que se aburre en su altar de de fama y de éxito), es genial más por la reacción de ella, que por la contribución de Allen. Se lleva todo el peso de el humor morboso de Solondz (¡recuerdos de Dawnie, desde la casa de muñecas!), pero como subtrama individual no alcanza cotas magistrales.


Joy (“alegría” en inglés), pese a su nombre, es el personaje que más llora durante la película. Lloriquea, más bien. Su subtrama es otra de las más divertidas, a la vez que patética. Sentirse identificado es bastante difícil, a la vez que su personaje inspira poca pena. De alguna forma todas las penurias que tiene que soportar vienen un poco dadas por su conducta ingenua y egoitsa. Un poco como Dawnie en Welcome to the Dollhouse: se lo merece, aunque sólo sea un poquito.

Los clímax magistrales de la película

Escribo “los” debido a que hay varios en la película. El primer de ellos que quiero destacar es el clímax en cuanto a comedia irónica de la película. El encuentro pasional entre Allen y Chloe. Fruto del azar, se produce contacto entre la sofisticada, atractiva, y triunfadora hermana y el pervertido marginal perdedor, a través de una de las llamadas asquerosas de éste. Ella, hastiadad de su frívolo estilo de vida, decide que quiere experimentar nuevas sensaciones, pese a lo peligroso de la idea. Tras algunas evasivas de Allen, él decide afrontarlo y en cierta escena vemos cómo se dirije a casa de Chloe, en busca del “amor”.


Durante el encuentro, ella le invita a pasar a su apartamento.Ella acaba de enterarse de quién estaba tras las llamadas pervertidas, su vecino el “asocial”. Los dos se sientan en el sofá. Una fanfarria se escucha de fondo, in crescendo, mientras Allen va acercando su mano hacia el cuerpo de Chloe, muy lentamente. Ella lo desea, él también. Pero el peso de la realidad acaba por caer completamente: “Esto no funciona. No eres mi tipo”. Se corta la música triunfal. Puerta. Fín.

El siguiente clímax también lo protagoniza Allen, pero de forma mucho más pasiva. Es a mi juicio, el mejor momento en lo referido a “dark comedy”, humor negro. Durante la cita que tienen Allen y Kristina, ella le confiesa algo delicado, mientras engulle un postre enorme. Ella es la autora de un asesinato. La sucesión de escenas en ese momento narra el crímen de forma cruda y grave, pero la coña viene a cuento de los diálogos de Kristina. En especial el toque final: “Fue un crimen pasional.”


La película también puede presumir de poseer un momento dramático a la par que emotivo. Durante el desarrollo de el caso de Bill, el padre de familia pedófilo, uno no puede evitar sentir tristeza al saber el destino que le espera. Su problema y sus delitos salen a la luz, a nadie nos gustaría estar en su lugar. La escena con la, presumiblemente, última conversación padre-hijo que mantendrá Bill está cargada de drama. Chapeau por Solondz y por Dylan Baker.


Y finalmente la esena final, la ironía y el patetismo Solondzianos en todo su esplendor. La familia reunida alrededor de la mesa, cada uno intentando quitarle hierro a los delicados “asuntos”, para echárselo a los de los demás. Ninguno ha mejorado su existencia desde el inicio de la película (alguno hasta quiere acabar con la suya, a base de condimentos) y sus diálogos cargados de fina ironía sarcástica conducen a uno de los finales más patéticos de la historia del cine me atrevo a decir, con semen incluído.

Poco más queda decir de esta obra maestra. Que no sea una película “para todos los públicos” no le resta calidad. Tampoco hace falta una mente privilegiada, o un CI de +120 para disfrutar de ella. Esta película es la prueba de que el cine independiente puede ofrecer algo distinto, algo que merece la pena ver. El único requisito es estar dispuesto a disfrutar de ese algo.

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2 Comments:

At 7:40 p. m., Blogger scanners said...

Como siempre de diez! AkaTsuko, mi más sincera enhorabuena!

 
At 6:45 p. m., Blogger Insanus said...

"I am a passional woman", decía la gorda, y se quedaba tan realizada y feliz: por fin era como una de esas mujeres que salían en el programa de Ophra, y no un bicho raro y asexual.

Es buena Happiness, sí.

 

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